martes, 27 de abril de 2010

Autoestima y Sociedad

Autoestima y Sociedad
Mirta Ventura (*)
Octubre 2009

La vida de los individuos está controlada por funciones orgánicas que se realizan instintivamente si se posee una fuerza fundamental que las incita. A esta fuerza se la suele llamar autoestima (1). Sin ella no se llega a tener una estructura que permita desarrollarnos a través del tiempo. Depende de este impulso, cómo vamos a dirigir nuestro accionar.

La autoestima se va formando desde el primer minuto de nuestra existencia y se desarrolla en el transcurso de la vida si se logra construir la confianza en uno mismo. Pero esa construcción es necesariamente social. Si cada uno se siente parte de algo, si se consolida en un lugar de pertenencia, va forjando la capacidad de recibir y consecuentemente de dar.

No es nuevo que los grupos más poderosos erijan su armado social excluyendo a los pobres. Cuando no se reflexiona sobre esta primaria y fundamental construcción se cae en la incomprensión del comportamiento de alguno de los grupos de individuos. Somos parte de una sociedad que se manifiesta en compartimentos estancos (excluidos-incluidos) que persisten aún cuando los hechos demuestren que así no funciona. La incomprensión lleva a culpar, a desarrollar resentimientos, a agredir: -negros villeros-.

¿Cómo puede constituirse la autoestima de un niño al que nadie del exterior a su entorno le sonríe, cuando el rechazo social se respira en cada rostro hosco, en cada cara de miedo cuando se le acerca?. Se forma un hombre estigmatizado.

Los planes sociales –bien venidos sean– intentan estrechar el hambre y la marginación, pero cuando incluyen trabajo como en el caso de las cooperativas, el beneficio es cualitativamente muy superior, se crea grupo de pertenencia. Las personas involucradas desarrollan su autovaloración, se sienten útiles, consideradas; y van rompiendo su estigma asignado de antemano. Se alejan de la propensión al delito al que su marca empuja.
No siempre es acompañado este proceso por los que están en el otro compartimento, los incluidos desde la cuna. Se resisten a contenerlos. Se ven distintos. Y aunque muchas veces su posición económica los asimila más a los necesitados que a los desahogados, ellos vienen sin el estigma de origen. Durante largo tiempo muchos compatriotas fueron arrojados a la exclusión con políticas de ajuste que marcaron aún más la brecha entre los unos y los otros. Los que siguen oponiéndose a la inclusión (hasta en los casos en que algunos con esfuerzo han logrado insertarse) y a la redistribución de la riqueza, no hacen más que profundizar el mal de que se quejan.

Es una imprescindible labor del Estado tratar de romper esta barrera. La resistencia a que todos sean incluidos es muy fuerte. Reparar los deterioros construidos durante años, indudablemente, no es sencillo. Hay que insistir en el camino dirigido hacia la construcción de cooperativas de trabajo, resistiendo los fuertes ataques contra la recuperación de la autoestima y dignidad de los excluidos. El placer de algunos de ser los favorecidos es magno, pero para seguir siendo necesitan que algunos no lo sean. Se quejan de la marcha de los acontecimientos, mas si una sociedad no se ocupa de este primer elemento constitutivo del ser humano, seguramente no va a funcionar cabalmente. Hay un país oculto que brama por ser registrado. Es una labor imperiosa de todos contribuir a este reconocimiento.




(1) No se pretende hacer un análisis psicológico que está muy fuera del alcance de esta nota.

(*) Licenciada en Física (UBA), 1974
Instituto Nacional de Tecnología Industrial INTI, (1974-1981)
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas CONICET, (1981-1988)
Comisión Nacional de Energía Atómica CNEA, (1984- 1995)
Autoridad Regulatoria Nuclear ARN, (1995-2009)

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